14 gen. Las ideas nacen de compartir
Acabo el año lejos, en Córdoba. Como siempre que vuelvo a esta ciudad paseo por el puente romano y, al final, en la torre de Calahorra, entro a escuchar la teatralitzación de un maravilloso diálogo (con las palabras que ellos escribieron) entre Averroes, Maimonides, Ibn Arabi y Alfonso X el Sabio. Cuatro personajes de hace novecientos años que, en tiempos convulsos, se niegan a definir como incompatibles las religiones, las patrias, los hombres y las mujeres, los territorios. Me hago mi particular resumen recordando que, en unos días, tendré que escribir esta columna (texto publicado en Criatures, en catalán el 12.0119).
En lo primero que pienso es en la necesidad de mirar más allá del propio horizonte, descubrir que sabiduría, maravillas, valores, argumentos, creación hay por todas partes. Recordar que el ser humano no es nada si se dedica a mirarse a si mismo y aquello que tiene más cerca, si mira y compara todo desde su ombligo cultural, si considera que nada bueno puede existir fuera de sus fronteras. Los cuatro son monoteístas, de religiones que poseen un debe verdadero. Pero, todos aceptan que su Dios tanto solo puede ser, puede existir, si es amor y que, inevitablemente, todos esos dioses únicos deben de tener algo en común, debe de ser posible tener alguna parte de fe compartida. Viven entre dogmas, pero saben que no es de sabios ser dogmático.
En tiempos de poca paz y mucha batalla se niegan a definir al otro como enemigo, a pesar de aceptar la imposibilidad de vivir juntos como amigos. El otro no es la pura negación, un simple receptáculo de odios. Es un ser humano que siempre tiene sus bondades. Judíos, árabes, musulmanes de diferentes referentes, cristianos, castellanos, ciudadanos de muchos lugares del mundo…todo y más son ellos. Por eso tienen muchas definiciones posibles sin que su sabiduría se recluya en una patria o no pueda saltar fronteras. Sus filosofías, sus cosmovisiones son singulares, diferentes. Dialogando (hablante, escuchando, descubriendo las razones de los argumentos del otro), llegan a una conclusión compartida: las personas tienen que hacer el esfuerzo de pensar por sí mismas, ninguna verdad tiene que impedir pensar.
Pero, tengo que salir de la torre, empezar un año nuevo, volver a casa y descubrir que, de vez en cuando, confundo la realidad con los espejismos. Vuelvo a pensar en la escuela, la educación, los adolescentes, la desigualdad, la complejidad … y sé que he escrito para quien no me leerá. Hace tiempo que no soy de los suyos.
No hay comentarios